Santo Domingo.- Cuando sus amigas salen de fiesta, Alejandra Jiménez usa el tiempo en mejorar su receta de polvorones, uno de los postres que vende para costear sus estudios de medicina y cumplir sus compromisos en el equipo dominicano de raquetbol.
«Son de almendra, también hace muffins, bizcochos de vainilla y otros; en casa le solemos comprar», aseguró este viernes a Efe Orlando, un amigo de la familia de Jiménez, candidata a medalla en los Centroamericanos y del Caribe, con subsede en Santo Domingo.
Es Alejandra una jugadora de 21 años de hombros sólidos, velocidad en la cancha y buen golpeo, aunque quienes la conocen prefieren su perfil desconocido, de mujer humilde con una voluntad tan fuerte como sus golpes de derecha en la cancha.
Este viernes la deportista durmió poco. Madrugó, no con afán de entrenarse, sino para presentarse a su examen de nefrología de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, donde estudia medicina.
«Llegué a la escuela pensando en la competencia; después me concentré y salí bien en la prueba. Ahora ya me puedo enfocar en dar lo mejor en la cancha», aseguró a Efe Jiménez, quien desde mañana buscará llegar lejos en el cuadro de individuales y junto a Mery Delgado será de las duplas a vencer en dobles.
Si bien no la mencionan entre las favoritas en el concurso de sencillos, que liderarán las mexicanas Monserrat Mejía y Paola Longoria, primera y segunda de la clasificación mundial, en dobles Jiménez y Delgado tienen el nivel para conquistar una presea.
«En singles será importante el sorteo, me dará la idea de qué tan lejos puedo avanzar; en dobles mi compañera y yo nos vemos en la lucha por una medalla», señaló.
Alejandra Jiménez es un ejemplo de las pequeñas historias de los juegos regionales, donde toman parte figuras con cuentas de banco de pocos ceros que jamás aparecen como víctimas y perseveran incluso con el viento en contra.
Desde este sábado los presentes en la cancha del centro olímpico Juan Pablo Duarte verán a una chica de buen golpeo, con un juego alegre. No se imaginarán que llegó a los Juegos con falta de apoyos y, si no desentonó en la carrera de medicina, fue porque aprendió a hacer dulces, los vendió y así mejoró su economía.
«También hay galletas con forma de dinosaurios, brownies hechos con puro amor y blondie cake de dulce de leche», anuncia la deportista en redes sociales, orgullosa de su condición de pastelera, que olvidará estos días, en los que su postre deseado tendrá la forma de una medalla.
«Estudiar medicina me permite tener otra mirada del funcionamiento del cuerpo, entender la importancia de la puesta a punto, la recuperación después de los entrenamientos; mi idea es especializarme en ortopedia», afirmó.
