La granja de los animales: AstraZeneca


 

Luchy Placencia

El principio de consentimiento informado es la piedra angular de la Medicina occidental. Según este, cada ser humano adulto o responsable de un menor de edad debe recibir toda la información necesaria para tomar una decisión documentada y voluntaria acerca de los procedimientos, fármacos o vacunas que le sean propuestos por el personal médico o las autoridades gubernamentales.

República Dominicana es signataria de, al menos, cuatro acuerdos internacionales que la obligan a respetar el principio de consentimiento informado; pero los está ignorando. Se está inoculando a la población criolla con la “vacuna” inglesa AstraZeneca, con el mutismo de quien inyecta a un grupo de cerdos, vacas, perros, caballos, pollos  y gatos: sin advertirle nada.

Convendría que desempolváramos y diésemos debida lectura a la Declaración de Helsinki, el Informe de Belmont, el Código de Nuremberg y la Declaración de Bioética y Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Los dominicanos, a quienes se ofrece una “inmunización” premiada con paqueticos de Internet y entradas a conciertos populares,  no son prevenidos de que la AstraZeneca es un preparado de vector viral con la capacidad de provocar una enfermedad llamada trombocitopenia trombótica inmunitaria inducida por vacunas, la cual se presenta a menudo como una trombosis del seno venoso cerebral o accidente cerebrovascular que puede llevar a la muerte.

Por esta razón y luego del fallecimiento de varias personas en Europa,  Dinamarca eliminó de manera definitiva en abril pasado la vacunación con dicho compuesto; mientras que el Instituto Nacional de Salud Pública (FHI), de Noruega, emitió el siguiente dictamen: “Los noruegos corren un mayor riesgo de morir por ser inoculados con la vacuna AstraZeneca que por COVID-19”.

A  principios de este mes, la primera ministra noruega Erna Solberg anunció que su país dejó de utilizar la AstraZeneca de forma permanente, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) le recomendó que la mantuviera dentro de su campaña de inoculación masiva, fórmula que también sugirió a los daneses. Pero no le hicieron caso. Triunfó el respeto de esos Gobiernos por sus respectivos pueblos.

En marzo, otras 16 naciones suspendieron temporalmente la aplicación de esta “vacuna”: Alemania, Italia, Francia, España, Irlanda, Portugal, Suecia, Islandia, Bulgaria, la República Democrática del Congo, Holanda, Indonesia, Chipre, Latvia, Eslovenia, Suiza, Luxemburgo y Tailandia.

Posteriormente, la mayoría de esos países limitó por rango etario el uso de la AstraZeneca, con particular énfasis en librar de ella a su población en edad productiva:

España, Italia, Alemania, Finlandia y Holanda decidieron usarla solo en mayores de 60 años; Francia, Canadá y Bélgica, en tanto, anunciaron que será utilizada a partir de los 55 años. En el Reino Unido, su propia vacuna con sede en Cambridge está prohibida a menores de 30 años.

Por si fuera poco, el Comité de Seguridad de la Agencia Europea de Medicamentos anunció este mes que está examinando los casos de personas que han desarrollado el síndrome de Guillain-Barré (SGB) tras haber sido inoculadas con la “vacuna” AstraZeneca.

El SGB es un trastorno poco común que obliga al sistema inmunológico a atacar al sistema nervioso periférico, el cual conecta al cerebro y a la médula espinal con el resto del cuerpo. La lesión de estos nervios dificulta la transmisión de las señales. Como resultado, los músculos tienen problemas para responder a las órdenes del cerebro y el paciente puede quedar paralizado e incluso morir.

 

Por qué hace daño

Especialistas de la organización Doctors for Covid Ethics, encabezados por el doctor Sucharit Bhakdi, han advertido sistemáticamente a la Agencia Europea de Medicamentos acerca del daño potencial de las vacunas contra la COVID-19, especialmente coágulos sanguíneos, trombosis cerebral venosa y muerte súbita.

La causa de los accidentes cerebrovasculares ocasionados por la AstraZeneca y preparados similares es que la utilización de vectores de adenovirus podría modificar la secuencia de la proteína de espiga del SARS-CoV-2, agente causal de la COVID-19, de acuerdo con un reciente estudio científico de la Universidad Goethe, de Frankfurt, Alemania.

Dicha investigación arrojó que las vacunas que emplean vectores de adenovirus envían parte de su carga útil al núcleo de las células, en donde ciertas instrucciones para fabricar proteínas de coronavirus pueden ser malinterpretadas; por tanto,  las proteínas resultantes pueden desencadenar trastornos de coagulación sanguínea en algunas personas.

Otro científico alemán, el profesor Andreas Greinacher, entiende que la AstraZeneca podría ocasionar una respuesta inmune que deriva en coágulos sanguíneos por la presencia de proteínas de origen humano  y/o por el tipo de preservantes utilizados en su fabricación. Así lo recoge el periódico The Wall Street Journal. 

Terribles síntomas

Un artículo del Journal of Neurology, Neurosurgery & Psychiatry (https://jnnp.bmj.com/content/early/2021/05/20/jnnp-2021-326984) documentó tres cuadros clínicos de las trombosis provocadas por la AstraZeneca. El primero inició con dolores de cabeza intermitentes del lado derecho y alrededor de los ojos, seis días después de la vacunación. Luego aparecieron los mareos y la debilidad en las extremidades superiores e inferiores, así como en el rostro.

Los estudios de imágenes utilizados para el diagnóstico revelaron bloqueos en las arterias cerebrales e infartos (tejidos muertos) y coágulos en el portal venoso. Aunque fue intervenida quirúrgicamente, la paciente murió.

En otro caso, además del dolor de cabeza, la confusión y la debilidad en el brazo izquierdo, hubo obstrucción de las arterias carótidas (ubicadas a ambos lados del cuello), pérdida de visión del ojo izquierdo y coágulos sanguíneos en los pulmones y el cerebro. Un tercer afectado presentó problemas del habla y coágulos en las arterias cerebrales. Estos dos últimos pacientes sobrevivieron luego de ser sometidos a intensos tratamientos.

Por la “inmunización” con AstraZeneca, nuevas muertes han sido reportadas en los últimos días en Bélgica, Canadá y Grecia, así como accidentes cerebrovasculares en adultos jóvenes.

El peor escenario lo pinta, entre muchos otros destacados científicos mundiales, el doctor Luc Montagnier, Premio Nobel de Medicina 2008 por el descubrimiento del VIH: “La vacunación contra la COVID-19 es un error científico y médico que crea nuevas variantes y aumenta el número de muertes por la enfermedad”.

Una afirmación demoledora confirmada por el gráfico animado del Institute of Health Metrics and Evaluation (IHME), de la Universidad de Washington (https://www.youtube.com/watch?v=xSrc_s2Gqfw&t=32s), el cual muestra cómo, tras la vacunación masiva, las muertes por COVID-19 se han disparado en la mayoría de los países.

Quizá el ejemplo más claro de todo esto es Camboya: su población no contó muertos por COVID-19 hasta marzo de 2021, semanas después de iniciadas las campañas de vacunación  con AstraZeneca y Janssen (Johnson and Johnson).

La AstraZeneca —que ya había causado numerosos y bien documentados estragos en Europa— vuelve a estar bajo el escrutinio de autoridades de salud, investigadores científicos, medios de comunicación y opinión pública en varias naciones.  Pero aquí nada de eso importa: al parecer, vivimos en la perfecta granja de los animales.



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