Por Teobaldo Durán/Abogado
Santo Domingo. Recientemente en los afanes del ejercicio diario del derecho litigioso, estando a espera de que me fuere llamada mi audiencia en la Corte de Apelación de la Provincia de Santo Domingo, un desconocido abogado entogado me aborda y me pregunta ¿Colega, que número es la suya? La 7 le respondo. El me dice: Yo tengo la 3 para que por favor me preste su birrete (gorro prismático distintivo de abogados). Yo no le contesté y lo primero que le vi. fue su copioso sudor bajándole de la cabeza y cayendo al cuello de su blanca camisa. Aunque traté de ocultármele, cuando le llegó su número, fue raudo y veloz a buscar su birrete prestado, a lo cual le contesté: doctor, excúseme pero yo no acostumbro a prestar mis prendas de vestir. El individuo me miró con cara de pocos amigos y se dirigió a donde un distraído colega que esperaba su turno y casi le arrebató su birrete, diciéndole, présteme eso que se lo doy ahora. El sorprendido colega, lo miró a regañadientes como se ponía su birrete en su sudada cabeza. Cuando el hombre terminó su breve audiencia, le devolvió su birrete al colega que no podía salir de su asombro y dijo en voz alta para que yo lo escuchara: para eso son los colegas.
Mis razones por las cuales no le presté el birrete al colega las tengo muy clara. Considero que un birrete al igual que un peine o un cepillo de dientes es un artículo de uso exclusivo. Es una prenda de vestir cual si fuere un pantaloncillo o un panty en el caso de las damas. ¿A quien se le ocurriría pedirle a un desconocido un peine o un cepillo de dientes prestado? Quiero extenderle mis disculpas públicamente al colega pero si le prestaba mi birrete, el que se iba a quedar sin birrete era el dueño, o sea yo, porque difícilmente lo iba a usar luego de él habérselo puesto. Y es que los birretes no se prestan.
El autor es abogado.
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